Blanding o la epidemia de las marcas “blanditas” en territorio de nadie
Por encima de todo, ser una marca significa ser relevantes de verdad para alguien, conectar con un público en concreto, tener una voz y una opinión clara sobre las cosas, y eso amigas y amigos implica mojarse si o si…
Una auténtica marca no puede (ni debe) gustarle a todos. Una auténtica marca debe tener haters a la fuerza.
Ser una marca equivale en última instancia a conquistar y defender un territorio competitivo en la mente del consumidor, los denominados en el mundo del branding como “territorios de marca”. Si nuestro territorio es la aventura, seamos aventureros de verdad, si nuestro territorio es la diversión, pongámonos la nariz de payaso y no dejemos escapar ninguna oportunidad de robarle una sonrisa a nuestro público. Enfoquemos todos y cada uno de nuestros esfuerzos en lograr una activación de marca real que conecte con el público aventurero o el público joven en busca de diversión, pero no pretendamos llegar también a boomers o foodies .
Si pretendemos llegar a todo el mundo terminaremos por no llegar a nadie, no tengamos miedo a mostrarnos tal y como somos, seamos marcas valientes, defendamos nuestro territorio.

Segmentar es ganar, aunque en esta sociedad cada vez más globalizada, sensibilizada y con una conciencia global en aumento, en la que día a día nacen nuevos grupos de presión y se visibilizan y empoderan las inquietudes de nuevos colectivos, cada vez más marcas han optado justo por lo contrario, por una actitud pasiva y un tono super soft que pretende llegar a toda la sociedad, difuminando su mensaje para gustar absolutamente a todos y no ofender a nadie, perdiendo así el enfoque de su propuesta de valor, su personalidad de marca y todo aquello que la hace única.
Convirtiéndose en marcas “blanditas” que no conectan de verdad con ningún publico en concreto, quedando así en territorio de nadie.
Un sinfín de nuevas marcas concienciadas absolutamente con todo, que utilizan los mismos colores y tipografías una y otra vez, multitud de identidades visuales correctas, modernas y cercanas, pero sobre todo idénticas entre si y sin ningún valor diferencial.
La bebida energética orgánica de Red Bull, la Harley-Davidson eléctrica o el “banco para todos” son algunos ejemplos de lo que llamamos “blanding”, marcas que evitan a toda costa la confrontación y que desvirtúan hasta limites insospechados su esencia y propuesta de valor para tratar de quedar bien. Una auténtica epidemia que como responsables de marca no nos podemos permitir.
Seamos los conservadores en un sector tradicionalmente rebelde, representemos el atrevimiento y la osadía en un sector históricamente tradicional, la funeraria divertida o la consultora especializada en tiendas de caramelos, pero sobre todo, seamos algo para alguien y que no nos de miedo que nuestra marca tenga detractores.
Como decía Cervantes en el Quijote “Si ladran querido Sancho, es que cabalgamos”, o mejor dicho, si tenemos haters es que de verdad somos relevantes para alguien.
No caigamos en la trampa, no nos convirtamos en una marca sin esencia de cuyo nombre el público no quiera acordarse.